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domingo, 12 de abril de 2015

74 años de Osvaldo Lamborghini y 60 de Charlie Parker



Hoy, 12 de abril, Osvaldo Lamborghini habría cumplido 74 años. A pesar de los esfuerzos de algunos escritores argentinos y de la reciente reelaboración (a cargo de César Aira, entre otros: Mondadori, 2003) de sus novelas y cuentos originalmente publicados en conjunto por Ediciones del Serbal en 1988, el autor sigue estando en los márgenes.

En algunas reseñas de la obra del autor, se llama la atención sobre la necesidad de evitar leerlo como un escritor maldito y, más bien, centrarse en el contexto político argentino en el que L. escribía. Habría dos maneras de realizar este ejercicio: de un lado, entender su obra como reacción al golpe de estado en su país y centrarse en los fragmentos más claramente opuestos al régimen, y de otro, entender su obra como una eterna parodia, no sólo al régimen sino a todo, incluida la parodia misma, es decir, incluidas las palabras. En este segundo sentido, L. no habría representado una nostalgia comunista o militante destrozada por la dictadura y, de hecho, no representaría ningún tipo de nostalgia. Al contrario, al igual que Roberto Arlt, la destrucción en Lamborghini alcanzaría también a la propia militancia y, como digo, a la propia literatura. En "Diálogo con un liberal inteligente", uno de los personajes conversa con su psiquiatra:
" 'Hum, no sé. A ver. ¿Por qué le gustaría ser una gillette?' Y, porque sí. Para estar en frío. Para cortar, claro. A ver. Para cortar definitivamente  con cualquier tipo de militancia o para cortar con todo lo que no sea una. Una militancia. Para cortar. Eso, al menos. Eso es lo que digo"  
La literatura de L. no tenía direcciones claras o, mejor, su única dirección era la del collage. Era su forma de apropiarse del desastre y la podredumbre que veía no sólo en Argentina, sino también en sus cuatro años de encierro en su departamento de Barcelona. Al igual que tantos grandes, L. no ejecutaba un discurso moral ni quejumbroso frente al desastre sino, todo lo contrario, decidía potenciarlo hasta el extremo, es decir, parodiarlo. En ese sentido, L. fue un escritor profunda y radicalmente moderno que no se resistía sino que ironizaba, que aprovechaba las paradojas del mundo en que vivía para explotarlas, es decir, para hacer arte.

El pasado 12 de marzo Charlie Parker habría cumplido 60 años. Su obra es similar a la L. en este sentido. Parker ejecutaba en su saxofón la velocidad y la incertidumbre de la modernización. En sus composiciones el tiempo era otra cosa, no era lineal sino... otra cosa. No se alejaba de lo que veía sino lo explotaba para hacer algo nuevo pero que, lo sabía, hacía parte de lo mismo. Hay que recordarlo, por ejemplo, interrumpiendo una grabación y saliendo de la sala mientras decía: "esto lo toqué mañana.... Sí: esto lo toqué mañana. Eso lo toqué mañana". Por la misma razón L. llenaba sus textos de sexo, violencia, militancia, lenguaje panfletario, poesía, militares y comunistas. Todo al mismo tiempo. Una y otra vez. El exceso. Parker y Lamborghini dedicaron su vida al exceso.



En su encierro español entre 1981 y 1985, L. se dedicó a intervenir revistas pornográficas y diarios en la misma ruta de sus cuentos, de sus novelas y sus poemas. El resultado de estos trabajos hace parte ahora de la exposición "Teatro Proletario de cámara" del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Lo que se ve en su faceta plástica, es justamente la parodia excesiva. Aquí está el vínculo: http://www.macba.cat/es/expo-osvaldo-lamborghini

Para terminar, a continuación, transcribo "Travesaños", un fragmento de Sobregondi retrocede, uno de sus textos más emblemáticos:
Resultado de imagen para osvaldo lamborghini"Las azoteas están en su lugar. Las plazas tienen juegos y se cubren de pasto en primavera. He aquí la primera falacia. Los chicos no van a la plaza con una idea prevista del juego. Ellos suelen tener otro rigor, otra hamaca. La hamaca en su vaivén puede golpear una nuca, seguramente la golpea. He aquí la muerte atroz, la segunda falacia. La sangre en primavera cubre el pasto de las plazas. No importa, a lo mucho, esa pequeña vida truncada: sobre este desnucado por la hamaca. No hay tercera ni cuarta falacia. Sobre este banco los fantas, mutilados, sentados, se vuelven transparentes. Pasan el uno a través del otro. Esas imágenes tienen filo y se cortan. Tranvías, tranvías amarillos. Esas imágenes pasan a través o se atraviesan: como un ano que pasara (que pasara) por el orificio de otro ano. O anillos. Juego de anillos concéntricos desplazables el uno a través del otro. En el rigor de la primavera, sin rigor, mucha carne eligió la dispersión, decidió cortarse en pequeños trozos hasta desaparecer. Pero no pasaron a través, no se tocaron, no llegaron a tocarse. En el rigor de la primavera el filo rebanó lo que se ofrecía al rebanamiento. Los filos trabajaron. En el rigor de la primavera no había ninguna certeza, ninguna legitimidad, menos rigor. Los anos se fruncían hacia adentro. Sentados, mutilados (sobre una madera cortada en travesaños)"






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