Datos personales

martes, 31 de mayo de 2011

Objetos antiguos

Mi obsesión por objetos antiguos, por el pasado en general, no es nueva; quizás es que sólo hasta ahora comienzo a tomármela en serio. Creo que hace parte del rechazo a esa tendencia de estar siempre actualizado, de ser siempre el primero en haber escuchado algo, haber leído algo, haber sabido algo, haber dicho algo. Al lado de la velocidad que impone esa competencia, creo que prefiero la tranquilidad de devolverse, de desandar, de volver sobre lo que ya se ha hecho y se ha olvidado; prefiero eso al estar siempre haciendo, al estar siempre hablando, siempre contando algo; prefiero eso a la permente acumulación de haceres, de cosas, a la permanente acumulación de basura informática que tan pocas huellas deja.

Ayer y antes de ayer estuve dedicado a las tiendas de antiguedades en la novena. No se trata de nada nuevo, ni en el sentido literal por supuesto, ni en términos de lo que significa la novedad en estos tiempos. Nada nuevo que contar, por decirlo de alguna manera; ninguna sensación nueva. Al contrario se trata de cosas ya sabidas, de sensaciones ya conocidas, de olores viejos, de páginas a punto de desvanecerse, de máquinas de escribir polvorientas con miles de historias detrás, de cascos originales del nacionalsocialismo, de escaleras que rechinan con cada paso, de olor a polvo. Sin embargo, no se trata de melancolía ni nostalgia por lo perdido; más que el simple rechazo a la competencia desenfrenada por la permanente actualización, más que una nueva tendencia, se trata de un tiempo detenido, de un camino distinto, un camino descubierto y por descubrir; un camino, nuevamente, más para recoger que para acumular.