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sábado, 15 de enero de 2011

Artículo sobre captain beefhearth

A continuación reproduzco un artículo de la revista colombiana de cultura "Arcadia" sobre el músico y artista: http://comunidad.revistaarcadia.com/t5/DISIDENCIA-SONORA/Captain-Beefheart-sin-m%C3%A1scaras-ni-r%C3%A9plicas/ba-p/355


"De niño Don Van Vilet (California, 1941-2010), también conocido como Captain Beefheart, fue una especie de revelación de la escultura: ganó a los 9 años un concurso local organizado por el zoológico de Los Ángeles, le fueron ofrecidas distintas becas a Europa y varios de sus maestros lo consideraban un prodigio. A lo largo de su vida hizo miles de dibujos y durante sus últimos 30 años de vida ejerció como pintor, exponiendo en importantes galerías alrededor del mundo. Dicen sus compañeros de banda que al grabar Trout Mask Replica, considerado por la Rolling Stone como uno de los 100 discos mas importantes de todos los tiempos, estaba no tanto en contacto con su lado de músico e interprete sino en una conexión profunda con su faceta de artista plástico, esculpiendo materiales, lanzando pinceladas furiosas, no temiendo al desequilibrio entre las formas e imaginando paisajes de música y sonido nunca antes escuchados.

Cantante, saxofonista, armonicista y amigo personal de Frank Zappa durante la niñez, Van Vilet creó el personaje de Captain Beefheart hacia mediados de los años 60. Formando su Magic Band, grabaría una serie importante de discos que irían migrando paulatinamente del rock/blues tradicional (dónde cosechó algunos éxitos menores) a un sonido abiertamente experimental, en el que el free-jazz y la poesía sicodelica adquirían cada vez más peso. Al tiempo, su excéntrica personalidad, que lo llevaba a exagerar detalles de su propia biografía en entrevistas (afirmando entre otras que había enseñado a sus músicos a tocar los instrumentos desde cero y que podía recordar el momento de su propio nacimiento), fue haciéndole ganar un grupo importante de seguidores entre los amantes de la música más extraña de la época.

Entre 1968 y 1969 grabaría Trout Mask Replica, un disco doble que parece eclipsar al resto de sus 11 discos, no únicamente porque en él llegó a los extremos más afilados de su estilo sino por la curiosa manera en la que fue compuesto, ensayado y grabado: mudándose durante ocho meses a una casa en un suburbio de Los Ángeles, el capitán sometió a su banda a un encierro constante con jornadas de ensayo de 14 horas diarias, bajo su vigilancia estricta y casi dictatorial. Con las ventanas de la casa oscurecidas por cartulinas, privados de sueño, subalimentados y en un ambiente descrito por algunos como Mansonesco, los músicos terminaron por memorizar las complejas estructuras de este disco para finalmente grabarlas en tan solo 4 horas y media una vez en el estudio. Frank Zappa, quien figura como el productor de la sesión, afirmaría años después que intentó interponerse lo menos posible entre las ideas de Captain Beefheart y el producto final, así estas contradijeran todos los estándares técnicos existentes para elaborar un disco. (Como anécdota, Zappa cuenta que las voces fueron grabadas por Beefheart escuchando la pista instrumental que sus músicos habían hecho no a través de audífonos sino a través del débil sonido que se filtraba por la ventana de la cabina de grabación).

En temas de Trout Mask Replica como Hair Pie: Bake 2, My human gets me blues o Frownland, escuchamos que el caos de lo que en apariencia parece una música tocada aleatoriamente es en realidad un ejercicio riguroso y enormemente complejo de composición, en el que cada instrumento asume su propia lógica rítmica y tonal, desligada del conjunto por momentos y completamente conectada con éste en otros. Las letras alucinantes de Beefheart añaden a las composiciones un elemento a veces cómico y a veces profundamente introspectivo y espiritual.

La carrera creativa del músico no terminó con este disco. Con varios altibajos estilísticos y económicos, su estatus de músico de culto sin embargo fue creciendo con los años y su rebeldía creativa inspiró a una nueva generación de músicos (desde Tom Waits hasta toda una generación de Punks), quienes acabaron por establecer el respeto unánime del que su trabajo goza actualmente. En 1982 se internó en el silencio musical absoluto. Dedicándose a la pintura y alcanzando la estabilidad económica mediante este viraje en su carrera, abandonó los escenario para siempre hasta su muerte, acaecida en diciembre de 2010 por esclerosis múltiple.
En su canción Frownland de 1969, declara: I cannot go back to yer land of gloom / Where black jagged shadows / Remind me of the comin' of yer doom. / I want my own land. La obra de Don Van Vilet es la de quien ha encontrado, en efecto, su propio territorio: uno, por demás, pocas veces transitado"
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Encontré que no era posible copiar los videos de Captain Beefheart dentro de este post puesto que contienen material restringido por el Warner Music Group, actual dueño de los derechos del músico. ¿Qué es lo que supuestamente gana esta disquera enorme con el hecho de impedir que la música de su artista sea conocida por más personas? ¿No representaría la posibilidad de difundir su trabajo a un nuevo público una potencial ganancia económica para Warner y ante todo, una ganancia para la cultura y la difusión del arte en la sociedad? ¿Hasta cuándo seguirán estas corporaciones paquidérmicas restringiendo el libro flujo de la información bajo la consigna falsa de que "defienden" al artista de la piratería?
Aquí van algunos links con canciones del capitán:
- Frownland (Trout mask replica, 1969): http://www.youtube.com/watch?v=HYdjQCrO_xM
- My human gets me blues (Trout mask replica, 1969): http://www.youtube.com/watch?v=85iXsgiMiQA
- Hair pie: bake 2 (Trout mask replica, 1969) http://www.youtube.com/watch?v=iE9Fznm01yg
- Sone of mirror man - mere man (Strictly Personal, 1968) http://www.youtube.com/watch?v=z0-Is7krmT8
- Documental de la BBC en 6 partes sobre la vida del músico (1997): http://www.youtube.com/watch?v=4M5YE_a4B1U

domingo, 2 de enero de 2011

"La historia de Horacio" de Tomás González

Anoche terminé "La historia de Horacio" del colombiano Tomás González. Ana María me lo había recomendado muy insistemente y aunque debo confesar que me sentí un poco... desconectado de "Los caballitos del diablo" (2006), "La historia de Horacio" (1997) me ha dejado conmocionado. Y es que, con tan sólo dos de sus libros leídos hasta ahora, he llegado a concluir que, por su constitución misma, la literatura de González requiere de tiempo. Y no porque sea difícil o sus obras muy extensas (al contrario son sumamente fluidas), sino porque sus tiempos son los tiempos de la melancolía y del dolor, tiempos extensos, como etéreos y autónomos; son los tiempos de una larga despedida (una sensación parecida a la producida por la película de Sam Peckinpah "Pat Garret y Billy the Kid"), los tiempos del refugio construido por Horacio en el afán de huir de la temporalidad de la ciudad, por huir de los cheques devueltos, de los porcentajes, de los asesinatos, de las utilidades.

Sin embargo, esto no tendría mayor gracia si se tratara sólamente de la historia de alguien que decide huir de la civilización, cual hippie en los 60, buscando construir un paraíso terrenal con sus amigos. No se trata de un rebeldía adolescente en busca de la fama (como tantos en el mundo literario); de hecho, ni siquiera hay rebeldía en la huida de Horacio, no hay ganas de cambiar el mundo ni de dejar una moraleja para que todos abandonemos esas caóticas ciudades. Al contrario, se trata sencillamente de un refugio, un mundo distinto sí, pero nunca uno paradisíaco; no se trata de la mejor opción ni del camino que todos debemos seguir. Se trata, mejor, de una decadencia dotada de profunda dignidad, de las ganas de aferrarese a la vida a pesar de todo. No se trata de dejarse morir, de un descenso pataletoso lleno de bulla ni, mucho menos, de suicidio (en la entrada anterior hablaba de la misma idea para el caso de "relámpago sobre el agua" de Wim Wenders). A Horacio, el mundo (su mujer, sus vacas, su hijo, la violencia) le duelen profundamente, y no puede controlarlo; por eso su permanente estado de nerviosisimo, por eso sus eternas pesadillas, por eso la enfermedad que termina quitándole la vida a pesar de él, por eso, como un autista, las ganas de esconderse pero nunca de abandonar la vida: como dijera Elias refiriéndose a Horacio tras su tristeza por la muerte de un ternero que ni siquiera había alcanzado a nacer: "La vida le llega demasiado intensa. Y lo está matando. Un manojo de nervios hombre Pacho Luis".

La literatura de González, si estamos dispuestos a dejarnos llevar de su mano, nos sumerge entonces en una temporalidad distinta: tiene un tiempo distinto. Distinto, doloroso y difícil de seguir; difícil porque nos enfrenta con nuestra dificultad de esperar, o mejor aún, con nuestra dificultad para ser capaces de no-esperar-nada, para dejar pasar sin planearlo todo detalladamente. "Las cosas son iguales a las cosas", diría Ignacio Escobar en "Sin remedio" de Antonio Caballero; sencillamente deberíamos estar más dipuestos a acompañarlas.