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sábado, 16 de enero de 2010

La inercia existencial

Las muy recurrentes figuras sobre una especie de inercia existencial siempre me han atraído. Suele aparecer de mil formas distintas: algunas veces como una elección de vida a la que se llega por el fracaso y/o el cansancio de haber vivido; algunas otras porque sencillamente las ganas de vivir nunca fueron realmente fuertes; o sencilla y creo que más frecuentemente, porque nunca se supo qué elección tomar. Tal como lo decía Allen, en boca de Kleinman en Shadows and fog: "todo el mundo tiene un plan! Soy el único en la ciudad que no sabe qué está haciendo". Y ahora, tal como lo dice Bolaño en boca de Bianca: "en el fondo, yo siempre estaba pensando en el futuro. Pensaba tanto, que el presente había llegado a ser parte del futuro, la parte más extraña. Visitar a Maciste era pensar en el futuro, sudar, meterme en habitaciones donde la oscuridad era total, era pensar en el futuro. Un futuro que se asemejaba a una habitación cualquiera de la casa de Maciste, pero con más claridad y con los muebles cubiertos con sábanas viejas o mantas, como si los dueños de la casa (una casa que estaba en el futuro) se hubieran ido de viaje y no quisieran que el polvo se acumulara sobre sus cosas. Y ése era mi futuro y así yo pensaba en él, si es que a eso se le puede llamar pensar (y si es que a eso se le puede llamar futuro).

En "Sin Remedio" Escobar termina asesinado mientras observa una hormiga que, cargando empesinada una pequeña hoja untada de la sangre de Escobar, se burla de una muerte que nunca se escogió, y a la que se llegó, justamente, por nunca haber sabido escoger.