Para mi sorpresa, el grito tuvo efecto y todo quedó en silencio. La cama dejó de moverse y ya no sentí sus punzadas en mi cuerpo. Abrí los ojos para dejarlos entre abiertos y cerrados y los vi estáticos, como estatuas y mirándome como…, no sabría decirlo bien, como si ya no estuvieran ahí, como si ya se hubieran ido. Me sentí mal por ellos. No estaba bien tratarlos de esa forma. Seguro sufrían. Cerré los ojos, sonreí complaciente y les dije: "Muertos chingones. Si quieren pueden quedarse, pero dejen que me duerma. Además, estoy cumpliendo años. Chingones".

En la radio, una locutora mexicana felicitaba a los niños que cumplían años ese día. Con Las mañanitas de fondo, dijo: "¡Y en su día de cumpleaños queremos felicitar a los niños Adán Abraján de la Cruz, Aberlardo Peniten, Benjamín Ascencio, Cristian Telumbre, Emiliano Gaspar de la Cruz, Jhosivani Guerrero de la Cruz y Pedro Baranda! ¡A ellos y a todos los niños que en el día de hoy estén iniciando un nuevo año de vida: feliz cumpleaños!". No me mencionó a mí. Quizás nadie le avisó. Me sentí un poco triste y solo. Abrí de nuevo los ojos y volví a ver a los muertitos. Estaban tranquilos. Dormían. Respiraban despacio y profundo. Algunos sonreían y se movían por lo que soñaban. Imaginándome sus sueños yo también empecé a dormirme.
Eran las cuatro de la mañana y yo vivía en México.
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