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viernes, 31 de julio de 2015

“La tierra y la sombra” (César Acevedo, 2015): cuidar a los otros y cuidarse de los otros

“La tierra y la sombra” es una película sobre el cuidado, sobre las diversas formas de cuidado. Hay dos amplias formas de entender el cuidado según la RAE: la primera se refiere al acto de cuidar de alguien o algo vulnerado o potencialmente vulnerable:

1.      “Estar de cuidado.
Loc. verb. coloq. Estar gravemente enfermo o en peligro de muerte.
2.    m. Acción de cuidar (‖ asistir, guardar, conservar). El cuidado de los enfermos, de la ropa, de la casa

Este tipo de cuidado es central en la película. Cuidar a los demás, cuidarnos entre todos en un escenario repleto de injusticias grandes y pequeñas. Cuidar de Gerardo en sus últimos días de vida por las cenizas producidas en las quemas de los cañaduzales. Limpiar diariamente las cenizas de las pocas planticas y de la ropa. Cuidar a los pajaritos con mandarinas y bananos. Cuidar un helado (una de las escenas más bellas de la película) del polvo de la carretera. Cuidar a Doña Alicia en su vejez. Todos se cuidan en medio de las cenizas. Casi que literalmente, cada día los personajes reviven de las cenizas gracias al cuidado colectivo. Ya lo dice la definición de la RAE: el cuidado de los enfermos, de la ropa, de la casa.


Pero hay cuidados extremos, cuidados que se convierten en algo más importante que cuidar de sí mismo. Hay dos cuidados de este tipo en el relato de César Acevedo, dos cuidados extremos que chocan entre sí y hacen girar la historia: a pesar de que los pulmones de Gerardo están a punto de colapsar, sabe que no puede irse y dejar a su mamá en medio de las cenizas del ingenio azucarero: prefiere cuidarla a ella que cuidarse a él; los espectadores sentimos su respiración en la nuestra y nos llenamos de angustia. ¿Por qué no se van?, es la pregunta que le hace su padre, Alfonso, a Esperanza, la esposa de Gerardo. Esperanza le dice que Gerardo no es capaz de dejar sola a su madre. ¿Y entonces por qué Alicia no se va con ellos? Este es el segundo cuidado extremo: Alicia no se va porque no puede dejar su tierra; Alicia no se va porque, particularmente, no puede dejar su casa. Aunque visible todo el tiempo, potenciada con la “cuidada” fotografía de Mateo Guzmán, olvidamos que la casa es el personaje principal del relato. Es por ella que Alicia no se va, es por ella que entonces Gerardo no puede irse, es ella la que se mantiene resistente en medio del monocultivo y de las cenizas. De hecho, es ese el cuidado más fuerte y pesado: antes de morir Gerardo ha decidido irse, dejar a su madre; luego de muerto su hijo, sin embargo, Alicia decide quedarse sola cuidando de su casa: simplemente no puede irse. El cuidado deja de ser un asunto de cariño y se convierte en un deber, en la única posibilidad.

El segundo conjunto de definiciones de cuidado se refiere, en el otro extremo, al vulnerador, al culpable:

3.  “Interj. U. Para amenazar o para advertir la proximidad de un peligro o la contingencia de caer en error.
4.  Cuidado conmigo.
      Loc. interj. coloq. U. para amenazar a alguien.
5.   De cuidado.
      Loc. adj. Dicho de una persona: Sospechosa, peligrosa”

Cuidado que aquí vengo yo, cuidado con el patrón, cuidado con la ceniza, cuidado con el Ingenio, cuidado con los médicos. En alguna entrevista Acevedo decía que su interés siempre fue centrarse en los sentimientos más que en los hechos concretos. Si el primer tipo de cuidado saca lágrimas y conmueve, este segundo cuidado saca las rabias, los resentimientos de clase, las ganas de encontrarse de frente con el patrón del Ingenio que da las órdenes sin dar la cara. Este segundo cuidado, cuídate de mí, genera los odios, las rabias y los resentimientos que siguen justificándose día a día en nuestro país.

“La tierra y la sombra” se mueve en la convivencia entre estos dos cuidados. Falta uno tercero: el cuidado técnico. Sin duda la película es impecable técnicamente. Para ahondar en el asunto baste con ver este reportaje sobre la fotografía: https://www.youtube.com/watch?v=YSGTYh6tyzY. *No puedo ahorrarme un comentario fastidioso: Alfonzo, el abuelo, le enseña a Manuel, el niño, a elevar cometa. Ante el fracaso del niño le dice, señalando hacia donde está el niño intentando el complicado ejercicio, “el viento va hacia allá, papito. Tiene que hacerse de este lado para que la pueda elevar”. En la película el consejo funciona, pero en la realidad el viento habría dado en la espalda de la cometa, y no al frente como debe ser. Es posible que me equivoque: si alguien puede ayudarme se lo agradezco*. El caso es que la película es bellísima técnicamente. Todo es cuidado: desde la fotografía hasta el guión mismo que calcula cada palabra dicha por los personajes garantizando que solo se diga lo necesario, ni más ni menos.




Dicho todo lo anterior, creo que “La tierra y la sombra” hace lo que debe hacer y lo hace muy bien. Pero es lo que debe hacer, lo que se viene haciendo (y eso hay que celebrarlo con bulla...) desde hace varios años: Los viajes del viento (Ciro Guerra, 2009), El vuelco del cangrejo (Óscar Ruiz Navia, 2009), Porfirio (Alejandro Landes, 2011, sobre la que escribí algo en su momento: http://porpublicar.blogspot.com/2012/03/porfirio-2011-una-pelicula-sobre-el.html), La sirga (William Vega 2012), Chocó (Jhonny Hendrix, 2012). Todas tienen propuestas estéticas similares (fotografía muy cuidada por ejemplo), todas levantan la bandera de la prudencia (frente a los colores, al ruido, a la acción, a la forma de mostrar la violencia), todas son rodadas en zonas periféricas (la costa pacífica, laguna de La Cocha en Pasto, La Guajira, Florencia en Caquetá), todas llevan un ánimo melancólico. Si me obligo a evaluar la película de Acevedo en el marco de este corto pero sustancioso panorama del cine contemporáneo colombiano, sin duda me quedo más con Los viajes del viento, con Porfirio y con La sirga que con La tierra y la sombra. Creo que en, muchos sentidos, logran mejores cosas, son más arriesgadas, más atrevidas, más complejas, más ambiciosas que la de Acevedo.

Igual, sea como sea, hay que celebrar los premios de “La tierra y la sombra” en Francia. Ojalá vengan más. Ojalá se siga haciendo cine de este tipo en Colombia. Ojalá los premios impliquen mejores recursos del Estado y las entidades privadas. Hay que celebrar la ópera prima de Acevedo.