Datos personales

sábado, 21 de marzo de 2015

"Sólo con las estrellas para guiarnos". Un poema de Mark Strand

Siempre que los gigantes se iban de noche a acostar, llevándose consigo sus enormes juguetes, a nosotros no nos quedaba con qué jugar, y dormíamos bajo los sofás y las sillas. Jamás sería nuestro el don de la enormidad. Esta era una verdad a la que habíamos intentado darle, una y otra vez, nuestras diminutas espaldas –y siempre habíamos fracasado. Deshechos por el dolor, algunos de los nuestros encontraron consuelo en la oración, y otros, como nosotros mismos, eligieron seguir perros salvajes por los oscuros bosques infestados de alces de las tierras del norte, alimentándose la herida hasta que desfallecieron.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Muertitos

Entre dormido y despierto, entre borracho y sobrio, como en la mitad de algo, vi que un montón de muertos entraban por las paredes de mi habitación. Querían asustarme. Empezaron a mover la cama, a gemir y a hurgarme con sus deditos flacos y, rara cosa, sangrantes. Yo me quejaba y me sacudía para espantarlos. En algún momento me cansé y les grité: "¡Pinches muertos, lárguense de aquí!".

Para mi sorpresa, el grito tuvo efecto y todo quedó en silencio. La cama dejó de moverse y ya no sentí sus punzadas en mi cuerpo. Abrí los ojos para dejarlos entre abiertos y cerrados y los vi estáticos, como estatuas y mirándome como…, no sabría decirlo bien, como si ya no estuvieran ahí, como si ya se hubieran ido. Me sentí mal por ellos. No estaba bien tratarlos de esa forma. Seguro sufrían. Cerré los ojos, sonreí complaciente y les dije: "Muertos chingones. Si quieren pueden quedarse, pero dejen que me duerma. Además, estoy cumpliendo años. Chingones".

Lentamente fui quedándome dormido, abandonado en ese estado tan placentero de estar en la mitad de todo. Justo antes de comprometerme con el sueño entreabrí los ojos: estaban recostados en el suelo, unos sobre otros. No dormían. Todos me miraban.

En la radio, una locutora mexicana felicitaba a los niños que cumplían años ese día. Con Las mañanitas de fondo, dijo: "¡Y en su día de cumpleaños queremos felicitar a los niños Adán Abraján de la Cruz, Aberlardo Peniten, Benjamín Ascencio, Cristian Telumbre, Emiliano Gaspar de la Cruz, Jhosivani Guerrero de la Cruz y Pedro Baranda! ¡A ellos y a todos los niños que en el día de hoy estén iniciando un nuevo año de vida: feliz cumpleaños!". No me mencionó a mí. Quizás nadie le avisó. Me sentí un poco triste y solo. Abrí de nuevo los ojos y volví a ver a los muertitos. Estaban tranquilos. Dormían. Respiraban despacio y profundo. Algunos sonreían y se movían por lo que soñaban. Imaginándome sus sueños yo también empecé a dormirme.

Eran las cuatro de la mañana y yo vivía en México.