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sábado, 14 de septiembre de 2013

Musil y Bolaño escriben sobre escribir en el hielo

El frío y la escritura. El hielo y la escritura. Escribir como una serpiente en el polo norte o bajo una capa de hielo de 100 metros de espesor. Siempre es más fácil imaginar la lectura o la escritura en el frío. En el calor no: ¿Quién lee a cuarenta grados? Por más tropical que se sea. Las páginas podrían derretirse, la tinta desaparecer en el papel o las gotas de sudor mojarlo (distinto a si las mojan gotas de Coca Cola, diría Leopoldo María Panero). Los mosquitos. El sudor. Un mosquito ahogado en una gota de sudor. No. No suena bien. Mejor suena un mosquito incrustado en un cristal de roca.

Roberto (Bolaño) y Robert (Musil) escribieron sobre escribir en el frío:

Musil: "Yo vivo en las regiones polares; cuando me asomo a las ventanas no veo más que blancas superficies tranquilas que sirven de pedestal a la noche. Hay en torno mío un aislamiento orgánico, es como si yaciera bajo una capa de hielo de 100 metros de espesor. Un cobertor como éste procura a los ojos de quien yace tan confortablemente enterrado esa perspectiva que sólo conoce quien ha colocado sobre sus ojos más de 100 metros de hielo.
Así es como se ve de dentro hacia fuera. -¿y de fuera hacia dentro? Recuerdo un mosquito que vi una vez incrustado en un cristal de roca. Los mosquitos, por alguna una disposición estética que no he logrado aún someter al control de la razón, hieren mi -digámoslo así- sentido de la belleza. Sin embargo no me ocurrió lo mismo con el que vi en el cristal de la roca.
El hecho de estar encerrado en un medio extraño lo priva, en cierto modo, de los detalles de su carácter de mosquito, y lo convertía para mi en una simple superficie oscura con delicados apéndices" (Robert Musil, "Diarios". Tomo I. página 31)

Bolaño: "Rechazos de Anagrama, Grijalbo, Planeta, con toda seguridad también de Alfaguara, Mondadori. Un no de Muchnik, Seix Barral, Destino... Todas las editoriales... Todos los lectores...
Todos los gerentes de ventas.
Bajo el puente, mientras llueve, una oportunidad de oro
para verme a mí mismo:
como una culebra en el polo norte, pero escribiendo.
Escribiendo poesía en el país de los imbéciles.
Escribiendo con mi hijo en las rodillas.
Escribiendo hasta que cae la noche
con un estruendo de los mil demonios,
los demonios que han de llevarme al infierno,
pero escribiendo" (Roberto Bolaño, "La universidad desconocida", páginas 7 y 8)